Romance de Valentía

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Han transcurrido casi 68 años de aquella tragedia en Masueco, Agosto de 1952. He visto en varios digitales el relato de la tarde trágica en el pueblo vecino, y leyéndolo se me ha puesto la piel de gallina al recordar la escena siguiente, que viví aquella tarde en el pueblo. Mi madre sentada cosiendo a la sombra de la casa; nosotros, pequeños, en los poyos. El coche que transportaba al torero herido de muerte, Antonio del Castillo, paró al lado de la carretera junto a mi casa, en La Zarza. Mi padrino, Evangelista Pérez, que iba en el coche, creo recordar que sin bajarse, a través de la ventanilla, pidió un vaso de agua a mi madre, para el diestro herido. Todo fue muy rápido y el coche siguió. Mi madre nos comentó que oyó decir a los acompañantes en el coche: "Vamos, rápido, que se nos muere”. Luego supimos que en el Milano agonizó. Sus restos fueron enterrados en Viti, sin que nadie de su familia, de Sevilla, pudiera asistir.

 Años después, yo veía en casa de mi padrino, en Viti, una foto de los dos juntos, mi padrino y el torero vestido de luces, junto a una capillita de la Virgen del Socorro.

Esta noticia-recuerdo-homenaje a aquel torero lleno de ilusiones, me ha transportado a mis 8 años, y a vivir con la emoción y angustia igual a la de aquel momento. Gracias a que al final del relato se recuerda que la tragedia de aquél torerito inspiró a poetas, músicos y cantantes a crear el famoso poema basado en la desgracia del torero: Romance de Valentía, circunstancia ésta ignorada por mí, que esta canción fuera dedicada a la valentía de  aquel infortunado torero. Saber esto, rebajó en parte, la angustia que me había dejado la lectura de aquella historia unida a mis recuerdos. En adelante siempre que oiga Romance de Valentía, recordaré aquél episodio y a Antonio del Castillo, de mejor manera, con menor angustia y tragedia, que las anidadas en mis recuerdos.